Entre la bandera y el rechazo

Tras los hechos sucedidos en el parque Sarmiento en la ciudad de Córdoba  y la decisión de un grupo de ex combatientes de Malvinas, conjuntamente con militantes de los que se denomina la agrupación «Las dos vidas», de bajar la bandera del orgullos LGTBQ+ e izar la bandera Argentina, se me ocurrió pensar si la decisión fue por «el respeto a nuestro pabellón nacional» (argumento que esgrimieron los actuantes) o el rechazo a personas que sienten, aman y viven distinto a la moral que ellos califican de «normal».
A metros del lugar en cuestión, flamea hace años una bandera del Vaticano y nunca nadie la bajó, ni pidió que se reemplazara por una Argentina.
Otra situación que me llamo la atención fue la invitación que hicieron en las redes sociales dirigentes vinculados a sectores católicos radicalizado, como el doctor Rodrigo Agrelo manifestando «Qué sentirán los ex combatientes de ver esa bandera en reemplazo de la Argentina». Agrelo nunca pensó en los ex combatientes, el abogado sólo quiso incitar a los ex soldados tocando su lado más «patriota» y dejando entrever que estaban faltándole el respeto a uno de sus símbolos más preciados como la bandera Argentina. Una clara muestra de tirar la piedra y esconder la mano.
Pero dejando de lado las bajezas políticas pensemos en la justificación de los ex combatientes de reponer el pabellón nacional. ¿Por qué reaccionaron así? Porque sintieron que no se respetaba la bandera o lo que molestó fue la insignia (y lo que representa) lo que causó la ira? ¿Piden respeto o militan el odio hacia la comunidad LGTBQ+?.
Mientras los empujones eran protagonistas al pie del mástil en cuestión, sucedieron dos cosas que pueden servir de respuestas a estas preguntas.  Un grupo de ex combatientes y militantes de «las dos vidas» destruyeron la placa que la Municipalidad de Córdoba había puesto al pie de ese mástil en donde se abogaba por una ciudad más inclusiva de derechos. La placa fue destruida mientras gritaban «estos putos se creen que tienen derechos».
La segunda situación: una frase en medio de la pelea. Mientras un grupo de militantes LGTBQ+ intentaba que la bandera que los representa siga flameado en la punta del mástil, un señor de unos 60 años aproximadamente y que se autodenominaba ex combatiente de Malvinas, saco de entre sus abrigos una cadena y empezó a golpear a un joven que estaba en ese lugar. Mientras le pegaba decía a los gritos «así te tendrían que haber cagado a palos de chico así no salías tan puto». 
Hay varías cosas que quedaron en claro este 28 de junio en Córdoba:
– Los derechos no son para todos iguales y la diversidad no la puede garantizar ni el gobierno.
– Hay grupos de personas que se arrogan derechos de hacer con las cosas públicas, sin importar que haya decisiones gubernamentales de por medio.
– Córdoba, o una parte de ella, sigue siendo muy conservadora, a niveles similares a la edad Media, en donde los gays, los travestis, las lesbianas, los trans y las mujeres no tenían derechos y eran perseguidos y asesinados.
– Hay agrupaciones políticas, religiosas y militares que promueven el odio y lo disfrazan de patriotismo.
– Los gobiernos siguen sin tener el coraje suficiente para defender a las minorías.
– En Córdoba no hay una grieta, hay un «cañadón» que diferencia a unos y otros.
– En Córdoba conviven lo más rancio del conservadurismo religioso y militar con los grupos más avanzados de la lucha de derechos sociales.
El problema no fue una bandera, ni el mástil que se usó, el problema fue que las minorías ganaron un espacio que Córdoba se les volvió sacar.
Esos que se decían patriotas, no defendieron la bandera Argentina. Sólo odiaron al distinto y el gobierno que ayer los homenajeó, hoy les dio vuelta la cara.
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